3. Pronunciación, pausas, referentes

La pronunciación refiere a:

  • La manera en que una palabra o idioma es hablada;
  • El modo en que alguien pronuncia una palabra.

Una palabra puede ser hablada de formas diferentes por varios individuos o grupos, dependiendo muchos factores sociolingüísticos, como por ejemplo el lugar en la cual crecieron o el sitio donde viven actualmente.

El modo del cual un individuo pronuncia palabras depende en primer lugar de las unidades básicas de sonido que usa en su lengua. La rama de la lingüística que estudia estas unidades de sonido es la fonética. Los sonidos que desempeñan el mismo papel se agrupan juntos en clases llamadas fonemas; el estudio de estos fonemas lo realiza la fonología.

Cabe destacar que, al igual que diferentes idiomas poseen diferentes palabras para referir a ciertas cosas, muchos tienen además diferentes formas, no sólo de pronunciar, sino también de agrupar esos fonemas. En el idioma español, las palabras se agrupan en sílabas, como unidad suprafonémica mínima y en general, exceptuando el dialecto rioplatense, cada sílaba corresponde a una mora. En cambio, en otras lenguas, como el latín las sílabas tónicas pueden componerse de dos moras. En el caso del japonés, dos letras diferentes pueden formar una mora vocálica y así, una palabra como Tokio, que en español tendría dos sílabas, en japonés (escrita en hiragana con cinco letras とうきょう , tiene cuatro sonidos (to-o-kyo-o que se escuchan como si fueran dos sílabas con mora: [Toːkʲoː]

Es importante que introduzca silencios oportunos al hablar, sea que esté pronunciando un discurso o conversando con alguien. Sin ellos, quizá no se capte su mensaje y parezca que habla de forma atropellada y confusa. En efecto, el empleo adecuado de las pausas aporta claridad al lenguaje. También permite enfatizar los puntos principales, de modo que calen hondo en el auditorio.

Pausas determinadas por la puntuación. La puntuación desempeña un papel importante en la escritura. Se usa, entre otras cosas, para señalar el fin de la oración y, en algunos idiomas, para delimitar las citas. Ciertos signos de puntuación indican cómo se relacionan las distintas partes de la oración. Cuando uno lee para sí mismo, ve tales signos, pero cuando lee para un público, su voz debe transmitir lo que representa la puntuación en el mensaje escrito. Si el lector no hace las pausas que exige la puntuación, dificultará la comprensión del texto e incluso puede que distorsione su sentido.

Para determinar dónde situar las pausas hay que tener en cuenta, aparte de la puntuación, el modo como se expresan las ideas en la oración. Un pianista famoso dijo una vez: “No es que yo toque las notas mejor que muchos. Pero las pausas entre las notas... ah, en eso estriba el arte”. Algo parecido sucede con el lenguaje hablado. Si, además de preparar bien su disertación o lectura, emplea con acierto las pausas, su forma de expresarse será más agradable y clara.

Cuando se esté preparando para leer en público, puede resultarle útil hacer ciertas marcas en el texto impreso. Trace una pequeña línea vertical donde deba insertar una pausa breve, y dos líneas verticales contiguas donde la pausa deba ser más larga. Si nota que en cierta secuencia de palabras se detiene repetidamente en el lugar equivocado, una con lápiz todas las que deba pronunciar seguidas. Entonces lea la secuencia de principio a fin. Muchos oradores experimentados utilizan esta técnica.

En el habla diaria por lo general no representa un problema hacer pausas, pues el hablante sabe qué ideas desea transmitir. Ahora bien, si usted tiene la costumbre de introducir pausas a intervalos fijos prescindiendo de si lo exige o no el sentido, su mensaje perderá fuerza y claridad.

Pausas de transición. Al pasar de un punto principal al siguiente, una breve interrupción dará al auditorio la oportunidad de reflexionar en lo dicho, asimilarlo, captar el cambio de dirección y entender el siguiente punto con mayor claridad. Hacer una pausa entre dos ideas es tan importante como aflojar el paso al doblar la esquina para pasar de una calle a otra.

Una razón por la que algunos oradores hablan precipitadamente, sin pausas entre las ideas, es que tratan de abarcar demasiada información. A veces es un reflejo de su habla cotidiana, o quizá toda la gente que los rodea se expresa de igual modo. Pero el apresuramiento impide enseñar con eficacia. Si usted cree que vale la pena que sus oyentes escuchen y recuerden las ideas que desea comunicarles, dedique suficiente tiempo a desarrollarlas de forma que se destaquen. Tenga en cuenta que, para transmitirlas con claridad, las pausas son imprescindibles.

Si va a pronunciar un discurso valiéndose de un esquema, organice este de manera que sea obvio dónde introducir una pausa entre dos puntos principales. En el caso de un discurso leído, haga marcas en los lugares donde se produce el cambio de una idea central a otra.

Las pausas de transición serán, por regla general, más prolongadas que las relacionadas con la puntuación, pero no tanto que el discurso se vuelva tedioso. Si las hace demasiado largas, dará la impresión de que no se ha preparado bien y no sabe cómo continuar.

Pausas que comunican énfasis. Los silencios que preceden o siguen a una afirmación o pregunta pronunciada con mayor intensidad sirven para dar énfasis, a menudo de forma impactante. O bien le brindan al auditorio la oportunidad de reflexionar en lo que se acaba de decir, o bien crean expectación por lo que sigue. Determine cuál de los dos efectos desea lograr. Tenga presente, sin embargo, que tales pausas deben limitarse a las afirmaciones de verdadera importancia; de lo contrario, estas últimas perderán su valor.