LITERATURA

Sitio: ue.aprendiendomas.com.bo
Curso: 2°- Comunicación y Lenguajes: Lengua Castellana
Libro: LITERATURA
Impreso por: Invitado
Fecha: viernes, 22 de noviembre de 2024, 10:32

1. Contexto de la crónica, época colonial, sus características respecto a la lengua, sentidos culturales y sociales

Un poco de historia

En principio, existe acuerdo en que la crónica puede ser caracterizada, en buena medida, como una narración que fija y preserva en papel los hechos históricos que la memoria humana no podría guardar. Su objetivo es permitir, mediante su lectura, que quienes no han atestiguado lo que en ella se describe —sean éstos coetáneos o generaciones futuras— logren enterarse de los sucesos acaecidos en el pasado.

Ya a partir del siglo xvi, en la corte española se designaba específicamente a un funcionario para escribir la historia de la monarquía: se trataba del cronista o “coronista” real. Desde luego, realizaba su labor por encargo, y su mandato era conservar y enaltecer la memoria de los hechos de los españoles y de la grandeza de la Corona, para lo que se ponía a su disposición toda la documentación administrativa y oficial que resguardaban los profusos archivos reales.

En este marco, el contacto con el denominado “Nuevo Mundo” dio lugar al surgimiento y proliferación de multitud de historiadores y cronistas aficionados (soldados, religiosos, funcionarios de diverso rango), cuyo contacto con las realidades americanas los impulsó a tomar la pluma por razones variadas. Algunos escribieron por mandato superior, a fin de informar sobre cuestiones que importaban a la administración y gobierno de los nuevos dominios; sin embargo, en la mayoría de los casos —en especial durante los primeros tiempos— no estaba ausente la fascinación ante lo inédito, ni la necesidad de dejar testimonio de las maravillas y peculiaridades de las tierras recién encontradas.

De manera concomitante, la confección de relaciones y crónicas devino una forma de obtener recompensas o beneficios del favor real. De este modo, tanto particulares como miembros de corporaciones (v. gr. la iglesia) elaboraron sus historias (manuscritas o impresas) y buscaron hacerlas llegar al monarca como medio para destacar sus méritos personales. Aunque en este trance corrieron con fortuna desigual, buena parte de la masa documental que produjeron y que llegó a la metrópoli fue utilizada libremente por los cronistas reales. Cabe señalar que en aquel tiempo no existía el concepto de “propiedad intelectual”,2 de modo que los cronistas del rey no estaban obligados a dar cuenta de sus fuentes. Sin embargo, gracias a la glosa de numerosos textos y voces (y en particular de aquellos testimonios orales que nunca alcanzaron la letra impresa), las noticias en ellos contenidas llegaron a formar parte de la versión oficial de la historia de América.

Manuscritas o impresas, integradas a la crónica real o ignoradas, de mano laica o clerical, estas historias fueron escritas a lo largo de casi trescientos años, y abarcan un amplísimo espectro espacio-temporal y una cantidad incuantificable de materias históricas, por lo que son fuentes primordiales para el conocimiento del mundo americano bajo la dominación de la corona de Castilla.

En este marco, es preciso recordar que, en el siglo xvi —como lo había sido en los anteriores y como sería aún en los dos subsecuentes—, en el mundo hispánico el sentido de la historia tuvo una clara marca providencial. Esta inflexión arraigada en el pensamiento agustiniano proponía que el sentido de la historia era la revelación de Dios y la unión con él; así, el devenir de la humanidad consistiría en la historia de la aceptación o el rechazo, es decir, la de la salvación o la perdición, o la lucha entre el bien y el mal.

De ahí que las historias fuesen relatos morales y pedagógicos, pues la historia debía instruir y edificar, incitar al bien, además de hacer perdurar la memoria para ejemplo de todas las generaciones, presentes y venideras. Desde este punto de vista, las obras sólo podían caber en dos categorías: fútiles o útiles. En la primera figuraban todas aquellas que eran un mero producto de la imaginación y que, en cuanto eran consideradas fantasiosas, podían caer fácilmente en el error e inducir a él a sus lectores, al ofrecerles ejemplares que se apartasen o contradijesen a los de la ortodoxia católica. En la segunda, en cambio, se encontraban las obras que contribuían a afianzar la fe, a presentar modelos de vida cristiana en todas las esferas sociales y a mostrar las verdades esenciales. Porque la verdad no era necesariamente la adecuación racional de un predicado a los hechos objetivamente apreciados (tal como hoy lo suponemos), sino la aproximación del hombre a la virtud, que es lo que conducía a Dios. En la medida en que Dios y su voluntad eran causa de los sucesos, era lógico que estos relatos históricos pudiesen incluir —y de hecho se esperaba que lo hicieran— acontecimientos prodigiosos, que no eran sino manifestaciones de lo divino en la existencia humana. Muchos de ellos se relacionaban con los orígenes de los pueblos y su desarrollo, y recogían las vidas y hazañas de reyes y jefes militares o líderes, cuyas acciones se proyectaban como paradigmas en el gobierno, la guerra o la vida ordinaria.


2. Crónicas y cronistas de la época de la colonia

A partir de 1531, en el actual territorio de Perú y Bolivia, empezó la invasión hispana, seguida por la cruenta conquista, colonización y sometimiento de los pueblos indígenas. Los españoles planificaron la invasión, empleando informes de inteligencia proporcionados por los propios indígenas, entre ellos Felipillo y Martinillo. El primero nació en Tumbes, fue capturado por el piloto Bartolomé Ruiz (1526). Pizarro lo llevó a Panamá y España. A su retorno, junto a otro indio joven Martinillo, sirvió como informante de sus huestes. Ambos enseñaron quechua a Hernando de Aldana, “el primer quechuista” español. Felipillo residió en Quito, donde conoció a la madre de Atahuallpa y cortejó a la Ñusta Inti Palla (al parecer ‘hermana y concubina’ del Inca), a quien Pizarro llamó ‘Angelina’ y la hizo su mujer, con la que tuvo dos hijos. 

La invasión y conquista estuvo vanguardizada por militares: ilustrados (Ñuflo de Chávez y Andrés Manso), iletrados (Gonzalo Pizarro El Alzado, por ejemplo) incluso de bastarda cuna (Diego de Almagro). Todos eran aguerridos, valientes y temerarios. Se dice que el primer grupo conquistador del Perú no incluía nobles ni procedía directamente de España, sino de las Antillas. Sabemos, además, que el soldado no era vecino ni estante en una ciudad, en consecuencia, su estatus era semejante al del vagabundo. La historia de esta época fue documentada por los cronistas.

Los primeros, como Francisco de Jerez y Pedro Pizarro, observaron la prisión y ejecución de Atahuallpa. Otros registraron, paso a paso, el proceso de colonización del Perú: “Pedro Cieza de León, fue un cronista soldado; Blas Valera, hijo de un soldado español de la Conquista y debe haber sido uno de los historiadores mejor informados de la civilización inca; Polo de Ondegardo, jurista y estadista fue Corregidor de Charcas”. 

Juan Polo de Ondegardo Zárate, llegó al Perú con el virrey Blasco Núñez de Vela (1543), pero pronto cambió de bando. Se afirma que “un día estaba con los rebeldes, otro con la Audiencia”. Francisco de Carvajal lo apresó en Cusco (1546), pero logró fugar al ser conducido a Lima. Estuvo al servicio de Pedro de La Gasca en la batalla de Sajsawamán (1548), de donde pasó a La Plata para apaciguar a los rebeldes, organizando expediciones hacia Tucumán y La Plata. Combatió contra el rebelde Francisco Hernández Girón en Chuquinga y Pucará (1554). Nombrado Corregidor del Cusco (1558-1561), descubrió cinco momias de los incas y estudió las creencias y costumbres indígenas. Asesoró al virrey Conde de Nieva en el reparto de encomiendas. El marqués de Cañete lo envió al Cusco para continuar sus investigaciones históricas, políticas y geográficas. Fue consejero del Virrey Francisco de Toledo, para quien redactó las ordenanzas para la explotación de las minas de Potosí, y obtuvo una encomienda en Cochabamba. Los originales de sus crónicas y descripciones de la moral, religión y costumbres de los incas se encuentran en los archivos de Simancas y el Escorial. Junto con el jurisconsulto Juan de Matienzo, uno de sus fundadores de la Audiencia de Charcas, escribió por encargo de Toledo, la Memoria acerca del asiento de los Charcas en 1559. Acompañó a Toledo en su visita al país, muriendo en el transcurso de la misma. 


A Pedro de Cieza de León le cabe el mérito de haber legado para la posteridad dos hechos: a) las vicisitudes de la cruenta conquista, y, b) los adelantos alcanzados por la alta cultura inca. Fue un testigo de lo que narra. Aún adolescente pasó a las Indias con el objetivo de labrar fortuna, participó de las huestes de los capitanes Alonso de Cáceres y Jorge Robledo en la América meridional. Llegó al Perú en 1547 con Sebastián de Benálcazar. Se unió a las tropas de Pedro de la Gasca. En noviembre de 1548 llegó a La Paz y fue recibido por el Capitán Alonso de Mendoza, “quien le obsequió un excelente guisado con carne de guanacu”. La Gasca le nombró Cronista de las Indias, facilitándole papeles y documentos reservados que tenía en su poder. Cieza los tuvo a la vista cuando escribió sus Crónicas del Perú, así como todos los documentos anteriores a la Conquista que pudo reunir, y todos los papeles oficiales de la Colonia. A diferencia de otros historiadores de la Colonia, viajó por el Perú con el objeto de observar los monumentos e interrogar a los indios viejos acerca de las antiguas costumbres de los Incas, levantando las célebres Informaciones de los Quipucamayos. Excelente observador, reconstruyó los adelantos de la era incaica, describió los hechos de la conquista y las guerras civiles. Ocupa uno de los primeros lugares entre los cronistas de Indias, por lo concienzudo y amplio de su vasta obra que fue utilizada como fuente de primera mano por el cronista mayor de Indias, Antonio de Herrera y Tordesillas, y también por el Inca Garcilazo de la Vega. Retornó a España en 1550. Presentó al príncipe Felipe, en Toledo, la primera parte de su Crónica del Perú, la única que en vida pudo ver impresa. 

Las Leyes Nuevas y el gobierno del virrey Blasco Núñez Vela, provocó levantamiento de los encomenderos, que aplastó Pedro de la Gasca, con un ejército de 700 arcabuceros, 500 piqueros y 400 jinetes, al mando del capitán general Pedro de Hinojosa. En Jaquijahuana capturó a Gonzalo Pizarro y sus capitanes (9 de abril de 1548); juzgados en proceso sumario, decretó pena de muerte contra 48 de los sediciosos. Durante el Reparto de Guaynarima (16 de agosto de 1548), La Gasca distribuyó más de un millón de pesos en encomiendas entre sus soldados. Hizo un ordenamiento general del Virreinato. Pasó a la historia con el apelativo de “Pacificador”. Tenía la costumbre de documentar sus actos, haciendo escribir ó escribiendo personalmente todas las noches, un diario delo que había ocurrido en el día. Hizo levantar las Informaciones de los Quipucamayos, con los que escribió la Descripción del Perú, con noticias sobre el medio natural y la población nativa del Perú entre 1551-1553. Culminó su carrera como Obispo de Palencia y luego de Sigüenza.

3. La crónica: sus características, cronistas y sus legados

¿Qué es la crónica?

La crónica es un género difícil de definir. Los orígenes de la palabra apuntan al griego kroniká, derivado de kronos (tiempo), de dónde se deduce que el término alude a una serie de eventos ordenados según su línea temporal. De allí que las primeras crónicas de las que se tenga noticia fueran, precisamente, relaciones de hechos ordenados según el momento histórico en que ocurrieron.

Sin embargo, hoy en día se entiende por crónica un género narrativo bicéfalo, a medias anclado en lo literario y a medias en lo periodístico, ya que carece de las libertades imaginativas de la ficción literaria, pero no así de sus recursos formales, si bien aborda hechos reales y verídicos en un contexto comprobable.

Características de la crónica:

Un género bicéfalo

Gabriel García Márquez, periodista y escritor, definía la crónica como “un cuento que es verdad”. En esa frase se contiene su esencia doble: a ratos informativa y periodística, pero también estética y literaria.

Para fines de su estudio, se ha convenido en separar por un lado la crónica literaria y la crónica periodística.

Crónica literaria

Se entiende bajo este rótulo todas las narraciones de eventos reales, con fundamento histórico, relatadas con relativo respeto por el orden histórico, pero empleando estrategias retóricas literarias, por lo que también persiguen un efecto estético o artístico.


También se pueden considerar en esta clasificación las crónicas antiguas o documentos históricos, tenidos hoy por literatura epistolar o historia de la literatura, como pueden ser las Crónicas de Indias de los conquistadores españoles en su llegada a América.

Crónica periodística

La crónica periodística, en cambio, conserva el foco en el carácter informativo del texto escrito, si bien acude a la literatura para tomar en calidad de préstamo las herramientas retóricas para generar un mayor impacto en el lector. Se trata, en todo caso, del género periodístico más antiguo.

Si la crónica literaria recompone un relato, la periodística apunta más bien a una noticia. En cualquiera de los dos casos son escritos de no-ficción.

4. Lectura: Historia de la Villa Imperial de Potosí de Bartolomé Arzans Orzua y Vela (Selección)

Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela

Se trata del manuscrito de la primera parte de la Historia de la Villa Imperial de Potosíde Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela. La edición completa de esta obra estuvo a cargo de  Lewis Hanke y Gunnar Mendoza (Providence, R.I. : Brown University Press, 1965). La obra de Arzáns de Orsúa y Vela ha sido y es fuente para los estudiosos del Alto Perú, pero pocas veces es abordada en su verdadera dimensión textual. El manuscrito custodiado por la Universidad de Brown nos permite comprender la dimensión imperial con que el autor describe y narra los sucesos de la Villa Imperial de Potosí.


Portada Interior


Detalle de la portada interior

En la portada interior del manuscrito con que se abre el “Libro primero” se incluye un orbe en el que el Virreinato del Perú representa la totalidad de América del Sur, con la destacada presencia de la Villa Imperial de Potosí. Asimismo, se representa al Virreinato de Nueva España. Gracias al trabajo del Brown Digital Repository, se puede acceder al manuscrito cuyos folios se consultan con una excelente resolución. La obra de Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela trae ingente información sobre el comercio, gobierno de los distintos corregidores e, incluso, descripciones de fiestas y celebraciones imperiales.


Historia de  la Villa Imperial de  Potosí, Fuente: https://www.academia.edu/19857873/Hi_V1-1_Historia_de_la_Villa_Imperial_de_Potos%C3%AD._Bartolom%C3%A9_Arz%C3%A1ns


5. Lectura: Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias de Fray Bartolomé de las Casas (Selección)

Brevísima Relación de  la Destrucción de  las Indias

La Brevísima relación de la destrucción de las Indias es un libro escrito por el fraile Bartolomé de Las Casas en 1552. Es una obra que denuncia las atrocidades cometidas por los españoles en el Nuevo Mundo desde el principio de la conquista y a lo largo de la colonización. Este libro fue usado para alimentar lo que era llamada la Leyenda Negra en España. Las Casas dedicó esta obra a Felipe II, encargado, después de la muerte de su padre Carlos V, de los asuntos de Indias. Lo que es importante recordar, es que este libro tiene autenticidad ya que Bartolomé de Las Casas fue testigo de todo lo que contó. Había empezado su redacción en 1539, lo que le permitió leerlo ante las Juntas previas de Valladolid en 1542 y contribuir así a la promulgación de las Leyes Nuevas. En su obra va contando los crimenes cometidos por los españoles en cada parte de América. Pone de relieve la crueldad de los conquistadores, los cuales destruyeron a los pueblos nativos.


Bartolomé de Las Casas es exagerado pero necesitó hacerlo porque hacía falta llamar la atención. La Brevísima relación fue una obra de batalla que ocurre en exageración y falta de objetividad, pero sobre un fondo de verdad histórica, permitió muchos cambios en cuanto al trato de los indios. El libro representa la exaltación de la bondad indígena, bondad machacada por parte de la población española explotadora.

La publicación de la Brevisima relacion tuvo un efecto devastador para España. Los enemigos politicos del emperador Carlos V, despretigió sus últimos años de reinado, y los partidarios de la Reforma religiosa demostraron la naturaleza cruel del Pápa.

Lo que llamó la atención y que es paradójico, es que Sepúlveda que reprensentaba el punto de vista más cercano al de la Corte española tuviera problemas para publicar su obra en España, aunque la Brevísima Relación de la destrucción de las Indias se editó en sevilla . Tuvo menos problemas el punto de vista crítico del regimen colonial español en América que el punto de vista oficialista.

Las Casas dio argumentados a los partidarios de la Leyenda negra de la conquista española en america, al denunciar el afán de oro de los españoles, quienes sin limitaciones cometieron atrocidades para obtenerlo.


Libro: Brevísima Relación de  la Destrucción de  las Indias.  Fuente: http://aix1.uottawa.ca/~jmruano/relacion.pdf

6. *Análisis de la crónica

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