LITERATURA
Sitio: | ue.aprendiendomas.com.bo |
Curso: | 2°- Comunicación y Lenguajes: Lengua Castellana |
Libro: | LITERATURA |
Impreso por: | Invitado |
Fecha: | viernes, 22 de noviembre de 2024, 21:54 |
Tabla de Contenidos
- 1. Manifestaciones orales de nuestros pueblos: cosmovisiones, costumbres, valores, tradiciones y la propia historia
- 2. *El tiempo en las manifestaciones orales: cosmovisiones, costumbres, valores, tradiciones y la propia historia
- 3. *El espacio en las manifestaciones orales: cosmovisiones, costumbres, valores, tradiciones y la propia historia
- 4. Los personajes en las manifestaciones orales: sus características, lengua y comportamiento
- 5. *Lecturas sugeridas, ver la guía
1. Manifestaciones orales de nuestros pueblos: cosmovisiones, costumbres, valores, tradiciones y la propia historia
En culturas como la boliviana, donde se mantienen vivas las creencias pagano-religiosas, los habitantes tienen la mente proclive a las supersticiones y la cotidianeidad está transversalmente atravesada por la tradición oral, cuya sabiduría cultural se transmite de padres a hijos, de adultos a niños, a través de leyendas, mitos, cantos, oraciones, fábulas, refranes, conjuros y otras formas de manifestación de la oralidad, que ha sido desde siempre una de las mejores formas de preservar los conocimientos ancestrales y transmitirlos como testimonios de épocas pretéritas a las nuevas generaciones, con la finalidad de que éstas enriquezcan su bagaje cultural con los aportes del ingenio popular.
No existe un solo individuo que no haya alimentado su fantasía con las narraciones de la tradición oral, puesto que en todos los hogares se cuentan historias de espanto y aparecidos, con las que disfrutan tanto los niños como los adultos. Los cuentos de terror o de fenómenos paranormales siempre fueron una fuente de la que bebieron los escritores, porque contienen temas y personajes que nos son familiares desde la cuna hasta la tumba.
Muchos de estos personajes ficticios, creados por la fantasía de los hombres primitivos y modernos, han llegado a formar parte de las comunidades urbanas y rurales debido a que tienen una poderosa fuerza de atracción, que nos permiten cumplir nuestros sueños y deseos a través de las aventuras y desventuras que ellos protagonizan en el mundo fantástico que los rodea, casi siempre estructurado sobre la base de una imaginación que transgrede los límites del racionalismo y la lógica formal.
Los personajes fabulosos, hechos de magia y fantasía, rompen con las franjas temporales y espaciales de un modo particular, ya que poseen la facultad de morir y resucitar, de aparecer y desaparecer, de transformase en entes materiales e inmateriales y, sobre todo, poseen la facultad de ser dioses y hombres y a la vez; una dicotomía que forma parte de su esencia desde el instante en que fueron creados como tales por la imaginación de los simples mortales que, desde la edad primitiva de las civilizaciones, tuvieron siempre la necesidad de creer que existen, en otras dimensiones, seres más poderosos que los individuos del mundo terrenal.
No es casual que los hombres primitivos, con una fantasía similar a la de los niños, hayan sido capaces de crear a los dioses y demonios, con la finalidad de proyectar su propio fuero interno, que luego se fue transmitiendo de boca en boca y de generación en generación, hasta llegar a nuestros días como un legado de nuestro pasado histórico.
Las narraciones fantásticas no son una invención de los escritores modernos, sino de los cultores de una antigua tradición literaria anclada en la oralidad de las viejas culturas de oriente y occidente, pero también de las culturas precolombinas, como en el caso de América Latina. Lo que quiere decir que la explicación empírica de la realidad, con una sobredosis de ficción, siempre ocupó la mente de los hombres en todas las épocas y culturas.
Lo interesante es que las narraciones de la tradición oral, de un modo general, son similares en todas las culturas, así éstas no hayan establecido un contacto directo. Lo que hace suponer que los individuos, indistintamente del lugar geográfico y la época, compartían las mismas necesidades de despejar las dudas concernientes a los fenómenos físicos de la naturaleza, los instintos naturales de la condición humana, los misterios de la vida, la muerte y, por supuesto, la existencia de otras formas de vida después de la muerte; de lo contrario, no se creería en la existencia de una vida en el más allá ni en el espíritu de los individuos que, después de muertos, retornan como condenados al reino de los vivos.
Todas estas creencias fascinantes del ingenio popular son elementos que sirven como base en la recreación de una obra literaria que, más que ser el producto de una poderosa mente creadora, resulta ser el compendio de la memoria colectiva; es decir, la tradición oral convertida en literatura. No obstante, a pesar de esta evidencia, existen todavía quienes aseveran que las obras de carácter fantástico son creaciones auténticas y originales de los tiempos modernos; una afirmación que, desde luego, está lejos de la verdad, puesto que la literatura fantástica, en su forma oral y escrita, existió desde siempre. Por lo tanto, como enseña el sabio proverbio: “No hay nada nuevo bajo el sol”.
Todos los escritores, de un modo consciente o inconsciente, son plagiadores de los autores y las obras que los precedieron en su proceso de aprendizaje escritural. Esto lo reconocen, con la mano en el pecho, incluso los autores más prestigiosos de la literatura universal, conscientes de que el imaginario popular, desde los albores de la comunidad primitiva, fue el principal generador de narraciones que pretendían mostrar lo irreal o extraño como algo cotidiano y común.
De modo que la narrativa fantástica de nuestros tiempos honda sus raíces en los relatos de la tradición oral, en las cuales los cuenteros natos, para lograr personajes debidamente caracterizados y argumentos sostenibles, dieron verosimilitud interna a lo fantástico o irreal, como en la retórica destinada a convencer de que lo negro es negro y lo blanco es blanco. Por eso mismo, los personajes y temas, plasmados en universos fantásticos de la forma más convincente y clara posibles, se acercan a los pensamientos y sentimientos de los oyentes y lectores, quienes se interesan, se identifican y se reconocen en las historias narradas con los recursos concebidos por la imaginación, capaz de mostrar que existen hechos reales que tienen una connotación fantástica, como existen hechos fantásticos que forman parte de la realidad cotidiana.
2. *El tiempo en las manifestaciones orales: cosmovisiones, costumbres, valores, tradiciones y la propia historia
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3. *El espacio en las manifestaciones orales: cosmovisiones, costumbres, valores, tradiciones y la propia historia
*4. Los personajes en las manifestaciones orales: sus características, lengua y comportamiento
Una de las cosas más importante que debemos hacer a la hora de escribir nuestros relatos o novelas, es aprender a caracterizar personajes. Sobre todo en la novela, esto se convierte en algo fundamental para el éxito de nuestro proyecto. El personaje es el motor de la acción, el que nos arrastra a seguir leyendo un capítulo tras otro, por eso es tan importante que el lector se identifique con él, y para ello tenemos que acercarnos mucho a él, conocerlo casi como a nosotros mismos.
Algo a tener muy en cuenta a la hora de caracterizar los personajes es el habla y el lenguaje que utiliza para expresarse. El habla de un personaje no solamente queda patente en los diálogos, no debemos olvidarnos del narrador, especialmente si se trata de un narrador que habla primera persona, ya sea un narrador protagonista o testigo.
Según Karl Bühler, en su Teoría del Lenguaje, se pueden distinguir tres funciones fonológicas del lenguaje, que seguramente hayamos oído nombrar en alguna clase de Lengua y Literatura:
- Función representativa: se refiere a los fonemas en cuanto a elementos del sistema lingüístico. Los fonemas del lenguaje nos informan principalmente del idioma en que habla el interlocutor, pero también puede darnos más información como la localización geográfica del habla, por ejemplo, si la persona tiene un determinado acento.
- Función apelativa: se refiere a las variantes fonemáticas que se articulan con vistas a impresionar al receptor. Por ejemplo, si habla en susurros o gritando, o también la entonación de la oración, que nos indica si la frase es informativa, interrogativa o exclamativa.
- Función expresiva: se refiere a las variantes fonemáticas consecutivas del comportamiento del sujeto hablante. Esta función se refiere a la información que nos proporciona el lenguaje y el habla del propio sujeto en un determinado momento, por ejemplo, si está resfriado queda reflejado en su manera de hablar. O si está diciendo un frase de forma irónica, o si está imitando a alguien, por ejemplo, notaremos que cambia y fuerza un determinado timbre de voz que no es el suyo natural.
Podemos obtener mucha información de los personajes estudiando cómo hablan y cómo se expresan. Charles Bally, lingüista suizo, estudió principalmente la función expresiva del lenguaje. Según él, de este pueden obtenerse seis clases de datos:
- El tono. Normalmente se distinguen tres tonos principales en el habla de una persona: sencillo o coloquial (cuando hablamos con un amigo o con nuestra pareja), medio (el que utilizamos normalmente en la oficina o el trabajo) y solemne (para un discurso o brindis, o en alguna conferencia de cierto nivel).
- La época. La lengua, como no se cansa de recordarnos la RAE, no es algo inmutable, sino que se adapta a la evolución del habla de los parlantes de una lengua. No hay más que leer algún fragmento de El Quijote para darnos cuenta. El lenguaje nos proporciona información de la época en la trascurren las historias tanto por su construcción gramatical, como por el tipo de palabras empleadas para dar la información. Los medios de comunicación actual, como la televisión, a menudo introducen terminología que acaba pasando a los oyentes. Además los avances tecnológicos, internet y telefonía móvil, crean nuevas formas de expresión y nuevos lenguajes.
- La clase social. El estatus social de una persona también queda reflejado en su forma de hablar. De hecho, muchas veces es precisamente por el habla, como la percibimos. Oímos muchas veces decir “este es un pijo”, o “es una choni”. Aunque en ambos casos también se caracterizan por la forma de vestir, es el habla lo que claramente les diferencia. Podemos intercambiarles la ropa, pero difícilmente, lograrán engañarnos cuando hablan la boca.
- Los grupos sociales. Determinados colectivos o grupos también tienen una determinada forma de expresarse. Cualquier que haya leído alguna vez una demanda o sentencia judicial, puede entender de lo que estoy hablando. El lenguaje administrativo y el médico, son otros ejemplos. También nos informan de los grupos sociales a los que pertenecen las jergas, lenguaje propio de determinados colectivos, a menudo, unido también a una determinada clase social (¿Qué pasa, hermano?, Oye, tronco; O sea, ¿qué me estás diciendo?).
- Regiones. Dentro de un mismo idioma, existen particularidad que depende de la localización geográfica del que habla. Es lo que todos entendemos por variedades dialectales. Esto se da en prácticamente todas las lenguas.
- Biología. El lenguaje también depende de nuestras características físicas y psicológicas. Un hombre habla en un tono normalmente más grave que una mujer, pero no solo, esto, también suele expresarse de una determinada manera. Es decir, que en parte se debe a razones educativas, pero no es la única razón. La psicología de ambos es distinta, tienen necesidades a la hora de dialogar distintas y eso queda reflejado en su forma de expresarse. Los hombres tiende a no reflejar sus emociones, suelen ser más directos, emplean una entonación más plana, y tienden a hablar de cosas tangibles y concretas. El habla de las mujeres es en cambio más emocional, enfatizan más unas cosas que otras, y suelen tener un ritmo más acelerado. Los temas que escogen unos y otros a la hora de hablar tampoco son los mismos. Otro ejemplo, de particularidades biológicas, lo tendríamos en el habla infantil, o en el habla de los adolescentes.
5. *Lecturas sugeridas, ver la guía
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