LITERATURA
2. Crónicas y cronistas de la época de la colonia
A partir de 1531, en el actual territorio de Perú y Bolivia, empezó la invasión hispana, seguida por la cruenta conquista, colonización y sometimiento de los pueblos indígenas. Los españoles planificaron la invasión, empleando informes de inteligencia proporcionados por los propios indígenas, entre ellos Felipillo y Martinillo. El primero nació en Tumbes, fue capturado por el piloto Bartolomé Ruiz (1526). Pizarro lo llevó a Panamá y España. A su retorno, junto a otro indio joven Martinillo, sirvió como informante de sus huestes. Ambos enseñaron quechua a Hernando de Aldana, “el primer quechuista” español. Felipillo residió en Quito, donde conoció a la madre de Atahuallpa y cortejó a la Ñusta Inti Palla (al parecer ‘hermana y concubina’ del Inca), a quien Pizarro llamó ‘Angelina’ y la hizo su mujer, con la que tuvo dos hijos.
La invasión y conquista estuvo vanguardizada por militares: ilustrados (Ñuflo de Chávez y Andrés Manso), iletrados (Gonzalo Pizarro El Alzado, por ejemplo) incluso de bastarda cuna (Diego de Almagro). Todos eran aguerridos, valientes y temerarios. Se dice que el primer grupo conquistador del Perú no incluía nobles ni procedía directamente de España, sino de las Antillas. Sabemos, además, que el soldado no era vecino ni estante en una ciudad, en consecuencia, su estatus era semejante al del vagabundo. La historia de esta época fue documentada por los cronistas.
Los primeros, como Francisco de Jerez y Pedro Pizarro, observaron la prisión y ejecución de Atahuallpa. Otros registraron, paso a paso, el proceso de colonización del Perú: “Pedro Cieza de León, fue un cronista soldado; Blas Valera, hijo de un soldado español de la Conquista y debe haber sido uno de los historiadores mejor informados de la civilización inca; Polo de Ondegardo, jurista y estadista fue Corregidor de Charcas”.
Juan Polo de Ondegardo Zárate, llegó al Perú con el virrey Blasco Núñez de Vela (1543), pero pronto cambió de bando. Se afirma que “un día estaba con los rebeldes, otro con la Audiencia”. Francisco de Carvajal lo apresó en Cusco (1546), pero logró fugar al ser conducido a Lima. Estuvo al servicio de Pedro de La Gasca en la batalla de Sajsawamán (1548), de donde pasó a La Plata para apaciguar a los rebeldes, organizando expediciones hacia Tucumán y La Plata. Combatió contra el rebelde Francisco Hernández Girón en Chuquinga y Pucará (1554). Nombrado Corregidor del Cusco (1558-1561), descubrió cinco momias de los incas y estudió las creencias y costumbres indígenas. Asesoró al virrey Conde de Nieva en el reparto de encomiendas. El marqués de Cañete lo envió al Cusco para continuar sus investigaciones históricas, políticas y geográficas. Fue consejero del Virrey Francisco de Toledo, para quien redactó las ordenanzas para la explotación de las minas de Potosí, y obtuvo una encomienda en Cochabamba. Los originales de sus crónicas y descripciones de la moral, religión y costumbres de los incas se encuentran en los archivos de Simancas y el Escorial. Junto con el jurisconsulto Juan de Matienzo, uno de sus fundadores de la Audiencia de Charcas, escribió por encargo de Toledo, la Memoria acerca del asiento de los Charcas en 1559. Acompañó a Toledo en su visita al país, muriendo en el transcurso de la misma.
A Pedro de Cieza de León le cabe el mérito de haber legado para la posteridad dos hechos: a) las vicisitudes de la cruenta conquista, y, b) los adelantos alcanzados por la alta cultura inca. Fue un testigo de lo que narra. Aún adolescente pasó a las Indias con el objetivo de labrar fortuna, participó de las huestes de los capitanes Alonso de Cáceres y Jorge Robledo en la América meridional. Llegó al Perú en 1547 con Sebastián de Benálcazar. Se unió a las tropas de Pedro de la Gasca. En noviembre de 1548 llegó a La Paz y fue recibido por el Capitán Alonso de Mendoza, “quien le obsequió un excelente guisado con carne de guanacu”. La Gasca le nombró Cronista de las Indias, facilitándole papeles y documentos reservados que tenía en su poder. Cieza los tuvo a la vista cuando escribió sus Crónicas del Perú, así como todos los documentos anteriores a la Conquista que pudo reunir, y todos los papeles oficiales de la Colonia. A diferencia de otros historiadores de la Colonia, viajó por el Perú con el objeto de observar los monumentos e interrogar a los indios viejos acerca de las antiguas costumbres de los Incas, levantando las célebres Informaciones de los Quipucamayos. Excelente observador, reconstruyó los adelantos de la era incaica, describió los hechos de la conquista y las guerras civiles. Ocupa uno de los primeros lugares entre los cronistas de Indias, por lo concienzudo y amplio de su vasta obra que fue utilizada como fuente de primera mano por el cronista mayor de Indias, Antonio de Herrera y Tordesillas, y también por el Inca Garcilazo de la Vega. Retornó a España en 1550. Presentó al príncipe Felipe, en Toledo, la primera parte de su Crónica del Perú, la única que en vida pudo ver impresa.
Las Leyes Nuevas y el gobierno del virrey Blasco Núñez Vela, provocó levantamiento de los encomenderos, que aplastó Pedro de la Gasca, con un ejército de 700 arcabuceros, 500 piqueros y 400 jinetes, al mando del capitán general Pedro de Hinojosa. En Jaquijahuana capturó a Gonzalo Pizarro y sus capitanes (9 de abril de 1548); juzgados en proceso sumario, decretó pena de muerte contra 48 de los sediciosos. Durante el Reparto de Guaynarima (16 de agosto de 1548), La Gasca distribuyó más de un millón de pesos en encomiendas entre sus soldados. Hizo un ordenamiento general del Virreinato. Pasó a la historia con el apelativo de “Pacificador”. Tenía la costumbre de documentar sus actos, haciendo escribir ó escribiendo personalmente todas las noches, un diario delo que había ocurrido en el día. Hizo levantar las Informaciones de los Quipucamayos, con los que escribió la Descripción del Perú, con noticias sobre el medio natural y la población nativa del Perú entre 1551-1553. Culminó su carrera como Obispo de Palencia y luego de Sigüenza.